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lunes, 5 de noviembre de 2012

Meditando en Filipenses 1



Ejercicio de Vida Espiritual Personal.
Meditando en La Epístola de San Pablo a los Filipenses capítulo 1
Escoja una frase para meditar en ella cada día y repita esta frase en su mente en diferentes momentos durante el día. Sea sensible a la guía que el Espíritu de Dios traiga a su vida en este tiempo. Si el Señor le lleva a un tiempo de adoración, confesión, intercesión o consagración de su vida, tome los pasos de obediencia que Él le indique.
“… siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros,  por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora” (1:4-5)
Tener comunión en el evangelio es primeramente recibir el evangelio, creer el evangelio de la gracia de Dios, recibir la salvación por la fe en la obra de Cristo. Y luego, es hacer propia la causa del evangelio, participar en su proclamación de una u otra manera. Puede ser que ore por los predicadores de la Palabra de Dios, que ofrende para que la Palabra sea predicada, que vaya y comparta el evangelio con alguien cercano, que invite a alguien a las próximas reuniones de evangelismo que tendremos en la iglesia.

“Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio.” (1:12)
El evangelio de Dios es poderoso y sigue avanzando a pesar de las oposiciones que se puedan presentar, nada frena su progreso. El evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. Aunque en ocasiones, algunas circunstancias nos parezcan desfavorables, humanamente hablando, mientras la iglesia esté proclamando el evangelio sabemos que el resultado será el progreso. El evangelio ha seguido avanzando a través de los siglos en medio de sociedades diseñadas para “apagar” el evangelio, pero nada lo ha podido “extinguir”. En el Monterrey de nuestros días, participemos del progreso del evangelio.

“Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.” (1:14)
El ejemplo de los creyentes predicando el evangelio anima a otros, de tal manera que muchos más se atrevan a predicar la palabra de Dios sin temor. Cobremos ánimo en el Señor y demos fiel testimonio de él delante de los hombres.

“…sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.” (1:17)
La iglesia de Dios y los predicadores en particular, están puestos por Dios para la proclamación del evangelio, para ellos fueron enviados al mundo.
“…Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún.” (1:18)
No hay labor que produzca mayor gozo que participar en la proclamación del evangelio, llevar nuevas de gran gozo a otros. Que por Jesucristo somos reconciliados con el Padre y perdonados de todos nuestros pecados. Gózate predicando y escuchando que otros predican el evangelio. Vuelve a escuchar en estos días el mensaje del evangelio y gózate como si fuera la primera vez que lo escucharas. Dios reconciliando al hombre consigo mismo por Jesucristo.

“…será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte.” (1:20)
Cuando la iglesia del Señor proclama el evangelio no existe fracaso, de una o de otra forma, Cristo será magnificado, él es glorioso. La obra del Señor no es en vano. Sean pocos los que respondan a su llamado o sean muchos, de una o de otra manera Cristo será magnificado. Proclamamos a Cristo para que él sea engrandecido. Él es el justo y el que justifica.

Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo.” (1:27)
Nuestra vida de comunión en amor es el comportamiento digno del evangelio que establece el fundamento y respaldo para la proclamación con palabras del evangelio. Unidos en Cristo para que el mundo crea.

“…combatiendo unánimes por la fe del evangelio.” (1:27)
Esta labor o batalla por el evangelio no ha de ser solitaria, sino corporativa. La iglesia del Señor se mueve junta en la potencia del Espíritu del Señor. No es una batalla contra hombre alguno, sino contra huestes espirituales de maldad que se oponen a la predicación del evangelio. Pero sabemos de antemano que las tinieblas no pueden prevalecer contra la luz del evangelio de Cristo. Él está rescatando a muchos del reino de las tinieblas y trasladándolos a su reino de amor.

Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él…” (1:29)
Cada quien realiza la labor según el Señor soberano se lo concede.




Recuerde realizar este ejercicio de vida espiritual:
1.       Con fe.
 Sabiendo que el Señor usará su palabra y la obra del Espíritu Santo para su crecimiento y madurez cristiana.

2.       Con humildad.
 Humildad delante de Dios, sabiendo que nada de lo que usted realicé le hace merecedor de la bondad de Dios. Y en humildad delante de los hombres, sabiendo que nada de lo que usted realice le hace mejor que alguna otra persona.

3.       Con perseverancia.
Pues al querer disciplinarse diariamente para meditar en las Escrituras es muy probable que sea tentado a desistir o que la misma inclinación, de nuestra naturaleza, a ser perezosos en cuanto a los asuntos espirituales nos lleve a abandonar el ejercicio. Persevere.

Que la gracia del Señor sea contigo y que tu vida sea fortalecida espiritualmente en estos días.

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