Ejercicio de
Vida Espiritual Personal.
Meditando en La
Epístola de San Pablo a los Filipenses capítulo 1
Escoja una frase
para meditar en ella cada día y repita esta frase en su mente en diferentes
momentos durante el día. Sea sensible a la guía que el Espíritu de Dios traiga
a su vida en este tiempo. Si el Señor le lleva a un tiempo de adoración,
confesión, intercesión o consagración de su vida, tome los pasos de obediencia
que Él le indique.
“… siempre en todas mis
oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por
vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día
hasta ahora” (1:4-5)
Tener comunión en el evangelio es primeramente recibir el
evangelio, creer el evangelio de la gracia de Dios, recibir la salvación por la
fe en la obra de Cristo. Y luego, es hacer propia la causa del evangelio,
participar en su proclamación de una u otra manera. Puede ser que ore por los
predicadores de la Palabra de Dios, que ofrende para que la Palabra sea
predicada, que vaya y comparta el evangelio con alguien cercano, que invite a
alguien a las próximas reuniones de evangelismo que tendremos en la iglesia.
“Quiero
que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien
para el progreso del evangelio.” (1:12)
El evangelio de Dios es poderoso y sigue
avanzando a pesar de las oposiciones que se puedan presentar, nada frena su
progreso. El evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. Aunque
en ocasiones, algunas circunstancias nos parezcan desfavorables, humanamente
hablando, mientras la iglesia esté proclamando el evangelio sabemos que el
resultado será el progreso. El evangelio ha seguido avanzando a través de los
siglos en medio de sociedades diseñadas para “apagar” el evangelio, pero nada
lo ha podido “extinguir”. En el Monterrey de nuestros días, participemos del
progreso del evangelio.
“Y
la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.”
(1:14)
El ejemplo de los creyentes predicando el
evangelio anima a otros, de tal manera que muchos más se atrevan a predicar la
palabra de Dios sin temor. Cobremos ánimo en el Señor y demos fiel testimonio
de él delante de los hombres.
“…sabiendo
que estoy puesto para la defensa del evangelio.” (1:17)
La iglesia de Dios y los predicadores en
particular, están puestos por Dios para la proclamación del evangelio, para
ellos fueron enviados al mundo.
“…Cristo es anunciado; y en esto
me gozo, y me gozaré aún.” (1:18)
No hay labor que produzca mayor gozo que
participar en la proclamación del evangelio, llevar nuevas de gran gozo a
otros. Que por Jesucristo somos reconciliados con el Padre y perdonados de
todos nuestros pecados. Gózate predicando y escuchando que otros predican el
evangelio. Vuelve a escuchar en estos días el mensaje del evangelio y gózate
como si fuera la primera vez que lo escucharas. Dios reconciliando al hombre
consigo mismo por Jesucristo.
“…será magnificado Cristo
en mi cuerpo, o por vida o por muerte.” (1:20)
Cuando la iglesia del Señor proclama el
evangelio no existe fracaso, de una o de otra forma, Cristo será magnificado,
él es glorioso. La obra del Señor no es en vano. Sean pocos los que respondan a
su llamado o sean muchos, de una o de otra manera Cristo será magnificado.
Proclamamos a Cristo para que él sea engrandecido. Él es el justo y el que
justifica.
“Solamente que os comportéis como es digno
del evangelio de Cristo.” (1:27)
Nuestra vida de comunión en amor es el
comportamiento digno del evangelio que establece el fundamento y respaldo para
la proclamación con palabras del evangelio. Unidos en Cristo para que el mundo
crea.
“…combatiendo unánimes por la fe
del evangelio.” (1:27)
Esta labor o batalla por el evangelio no ha de ser
solitaria, sino corporativa. La iglesia del Señor se mueve junta en la potencia
del Espíritu del Señor. No es una batalla contra hombre alguno, sino contra
huestes espirituales de maldad que se oponen a la predicación del evangelio.
Pero sabemos de antemano que las tinieblas no pueden prevalecer contra la luz
del evangelio de Cristo. Él está rescatando a muchos del reino de las tinieblas
y trasladándolos a su reino de amor.
“Porque a vosotros os es concedido
a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él…”
(1:29)
Cada quien realiza la labor según el Señor
soberano se lo concede.
Recuerde realizar este ejercicio de vida
espiritual:
1.
Con fe.
Sabiendo que el Señor usará su palabra y la
obra del Espíritu Santo para su crecimiento y madurez cristiana.
2.
Con
humildad.
Humildad delante de Dios, sabiendo que nada de
lo que usted realicé le hace merecedor de la bondad de Dios. Y en humildad
delante de los hombres, sabiendo que nada de lo que usted realice le hace mejor
que alguna otra persona.
3.
Con
perseverancia.
Pues al querer disciplinarse diariamente
para meditar en las Escrituras es muy probable que sea tentado a desistir o que
la misma inclinación, de nuestra naturaleza, a ser perezosos en cuanto a los asuntos
espirituales nos lleve a abandonar el ejercicio. Persevere.
Que la gracia del Señor sea contigo y que tu vida sea fortalecida
espiritualmente en estos días.
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