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miércoles, 30 de diciembre de 2020

el Tabor y el Hermón aclamarán con gozo - Salmo 89:12

 


Salmo 89

“El norte y el sur, tú los creaste;

el Tabor y el Hermón aclamarán con gozo a tu nombre.” (v. 12)

 


Hubo un tiempo en la historia israelita, en que los montes “cantaban” alegres al Señor.

El Hermón era un monte en la frontera norte, que marcaba un límite natural de la tierra prometida, y desde donde, paradójicamente, ahora llegaría el enemigo con su imponente ejército y se los llevaría cautivos.

El Tabor fue escenario de grandes victorias, como la celebrada en el Cántico de Débora en el libro de los jueces, donde después de una gran victoria y liberación del Señor, se cantaba a su glorioso Nombre y se le agradecía por haber infundido valentía al corazón de sus guerreros; quienes superados en número y sin carros; vencieron al poderosísimo Sísara. El Señor les salvaba con imponentes rayos y lluvia desde los cielos.

Pero ahora, que son llevados cautivos; ellos saben que no es porque el Señor todopoderoso haya sido vencido; sino que es por sus muchos pecados con que quebrantaron su pacto. Ahora los montes quedarían como testigos mudos de la bondad y la severidad de Dios.

Aún así, los profetas anunciaban un tiempo en que el Señor les daría un corazón nuevo, pondría su Espíritu Santo en ellos, les perdonaría sus pecados de pura gracia y los redimidos de Jehová volverían a Sión cantando y los montes y los árboles del campo aplaudirían al Señor.

Ese tiempo anunciado, ha llegado con Jesucristo, Él es nuestro amado Salvador. Y aunque hay batallas gloriosas que recordar en el Tabor y el Hermón; nosotros recordamos y cantamos las glorias del Evangelio del Monte Calvario.

Aunque parezca contradictorio, que el monte “de la calavera” cante; nosotros sabemos que es allí donde Dios Padre mostró en su esplendor la gloria de su gracia perdonando nuestros pecados por Jesucristo. Desde la perspectiva humana pareciera una derrota, sin embrago nosotros celebramos una gran victoria, donde el Señor transformó todo para salvación y bendición que ha llegado hasta nosotros, perdonando nuestros pecados, dándonos un corazón nuevo y su Santo Espíritu. Ahora, podemos decir: El Calvario cantará con gozo a Su glorioso Nombre.

De manera similar, existen ocasiones en nuestras vidas que pudieran parecer, desde la perspectiva humana, “un calvario” (guardando toda proporción), pero es desde allí que hemos de cantar al Señor sabiendo que él usa esos momentos para alabanza de la gloria de su gracia; como concluyera el apóstol Pablo: “por tanto, de buena gana me gloriaré en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2 Co. 12:9)

Celebremos la obra de Cristo, cantemos lo que ha acontecido en el Calvario. Tomemos nuestra cruz y sigámosle con determinación. Renovemos nuestra consagración al Señor y deleitémonos en vivir para su gloria. Que podamos ser como esos montes, testigos que cantan de la salvación del Señor.


José Luis García Antonio

IBUC

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