Animándonos unos a otros con palabras
“Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” 1°
Tesalonicenses 4:18
En ocasiones
es necesaria la doctrina bíblica para animar a otros creyentes, como era el
caso de este pasaje donde necesitaban conocer qué era lo que les esperaba a los
creyentes que había dormido en el Señor.
“La congoja en el corazón del hombre, lo abate;
Mas la buena palabra lo alegra”
Proverbios 12:25
Notemos que
así como hay congojas que se anidan en el corazón del hombre y le llevan al
desánimo; así también hay palabras que llegan hasta el corazón para infundir
esperanza y alegría.
¿Cómo puedo
decir esas buenas palabras?
“El corazón del sabio hace prudente su boca y añade gracia a sus
labios.
Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para
los huesos.” Pr. 16:23-24
Observemos que es en el corazón donde empieza la sabiduría, primero
debe existir la sabiduría en el corazón, para que luego se expresen palabras
prudentes y con gracia. Es el corazón el que hay que llenar de palabra buena,
para que ahí, se pueda hablar el bien y de buena manera. Esto requiere trabajo.
No debemos ser perezosos en cuanto a nuestra manera de hablar y dejar que
salgan las palabras sin haber trabajado en ellas, porque lo más natural es que
saldrán palabras ásperas y sin gracia. Si queremos que nuestras palabras
alienten a otros, debemos prepararlas para que sean medicina y suavidad al
alma.
“Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene.
Como zarcillo de oro y joyel de oro fino es el que reprende al sabio
que tiene oído dócil.” Proverbios 25:11-12
Las buenas palabras se comparan a joyas de bella figura y
obviamente finamente trabajadas. Estas joyas nos da la idea de trabajo esmerado,
al igual con las palabras, si queremos que sean bellas y apreciadas, sea que
animemos o que reprendamos a alguien, es necesario que trabajemos en ellas con
esmero. No puedo dejar salir mis palabras “en bruto” aunque vayan repletas de
verdad. Hay que trabajar en ellas para que sean recibidas como joyas, valiosas
y bellas.
¿Quieres animar a
otros con tus palabras?
Empieza por atesorar la sabiduría que viene de la Palabra de
Dios. Ella limará tus asperezas y quitará la rudeza de tus palabras. Cuando
vayas a hablar con alguien, ya sea para animarle, consolarle o reprenderle;
prepara tus palabras y que el Señor te dé de su gracia.
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