Buscar este blog

lunes, 18 de febrero de 2013

Epístola a los Romanos capítulo 8


Romanos 8
Después de que el apóstol detalla en el capítulo 7, que existe una batalla imposible de ganar contra la ley del pecado, aún y cuando se tenga el deseo de hacer lo bueno, en este capítulo, nos presenta las razones por las cuales se hizo posible la vida victoriosa. Primero, la victoria sobre el pecado es posible porque Dios condenó al pecado y de esta manera hizo que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros. Y en segundo lugar, nos dice que la victoria es posible dado que el Espíritu Santo mora en el creyente.
A partir de éstas dos grandes verdades, el apóstol describe a quienes han nacido de nuevo como “los que andan en el Espíritu”, “los que son del Espíritu”, éstas son descripciones de los que pueden gozar de la vida victoriosa de la que habla. Y dado que “son”, entonces “piensan” y por ello se “ocupan”. Es decir, Dios les creó de nuevo, ahora en Cristo Jesús, y por ello es que pueden pensar en la cosas del Espíritu; primero tuvo que ser modificada la esencia de su ser, para que luego fuera posible modificar su pensamiento y aquello de lo que se ocupan.
La exhortación del apóstol es a vivir de acuerdo a lo que ahora son y a manifestar en su vida diaria la presencia del Espíritu en si mismos. Para ello, lo que han de hacer es “hacer morir las obras de la carne” y esto “por el Espíritu”, por que ya sabemos que si lo intentan por sus propias “fuerzas” fracasarán. La vida victoriosa es hecha posible por Dios, ahora la obra del creyente es hacerla manifiesta en su propia experiencia.
En esta vida encontramos también que el creyente cuenta con el testimonio interior del Espíritu Santo y su guía. Así pues, le es posible afrontar las dificultades que se le presenten en el camino de la santidad.
Después, Pablo nos habla de tres personajes que gimen, es decir, expresan un deseo intenso por algo. La creación que quiere ser libertada de la corrupción, los creyentes deseando ser redimidos, ser libertados por completo de la presencia del pecado y el Espíritu Santo quien intercede delante de Dios con gemidos indecibles. Este debe ser el sentir del creyente con respecto al pecado, gemir deseando ser librado de él. Cuando alguien tiene este anhelo no se deleita en el pecado, no quiere romper su relación de comunión con el Padre, no desea contristar al Espíritu Santo.
Para finalizar, en el la vida cristiana, el apóstol explica que las dificultades y aflicciones han de ser vistas como parte del plan de Dios, quien en su providencia hace que obren para el bien de sus hijos, además, han de ser vistas desde la perspectiva eterna como incomparables a la gloria venidera.
La vida victoriosa es posible gracias a Dios, gracias a la obra de Jesucristo y gracias al ministerio del Espíritu Santo en la vida del creyente, así que, “deudores somos” para vivir en el Espíritu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario