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miércoles, 4 de noviembre de 2015

Sola Fide: Solo por fe

Sola Fide: Solo por fe
 Romanos 1:17
Al igual que la doctrina de la sola scriptura, esta enseñanza acerca de la salvación por fe solamente, formó parte del corazón del Movimiento de Reforma. Es una doctrina fácil de ver en la Palabra de Dios. Hay múltiples pasajes donde claramente se expresa que la salvación es por fe solamente y no por obras. Para Martín Lutero la enseñanza de la justificación por fe solamente era el principio sobre el cual la iglesia se levanta o cae. Hay doctrinas que los cristianos maduros y eruditos tienen libertad para interpretarlas en formas diferentes.  Pero esta doctrina representa el corazón de la fe cristiana no solo para Lutero, Calvino y los demás reformadores, sino también para nosotros.

En el caso de Lutero lo que le atormentaba era que a pesar de ser un monje ejemplar no encontraba la paz para su alma, esto le hacía confesarse constantemente, describiendo ese período como uno de gran desesperación, a tal grado que cuando alguien le preguntó si amaba a Dios, respondió "¿Amar a Dios?... Yo a veces lo odio". Hasta que estudiando y enseñando el libro de Romanos entre 1510- 1517 entendió la frase de Romanos 1:17, "el justo por la fe vivirá". Cuando esto pasó pronunció estas palabras: 
"Finalmente, meditando día y noche, por la misericordia de Dios, yo... comencé a entender que la justicia de Dios es aquella a través de la cual el justo vive como un regalo de Dios, por fe... con esto yo me sentí como si hubiese nacido de nuevo por completo, y que hubiese entrado al paraíso mismo a través de las puertas que habían sido abiertas ampliamente."

La Salvación mal entendida
En nuestro contexto latinoamericano algunas personas creen que van ir al cielo, y no pueden ir al infierno, porque nunca han matado a nadie, ni han robado, ni han sido infieles a su cónyuge. Aunque reconocen haber dicho algunas mentiras también se responden ¿quién no las ha dicho? Otros piensan "No soy el más santo de todos, pero tampoco soy el peor; de manera que espero que Dios pueda tomar eso en cuenta". La gente piensa que cuando Dios examine su vida, se librarán del infierno porque sus obras no son tan malas como las de otros. Desafortunadamente pensamos así porque no vemos lo malvado que es nuestro corazón y nuestra ciega conciencia no nos permite verlo de otra manera. Dios tiene que obrar para ver lo malvado que es nuestro corazón. Oswald Chambers explica que el Espíritu de Dios da convicción de pecado al incrédulo para llevarlo al arrepentimiento y perdón para hacerlo nacer de nuevo. En ese instante, el Espíritu de Dios  viene a morar en el interior de la persona y ahora que es salvo el Espíritu Santo continúa produciendo convicción de pecado durante su proceso de santificación pero ya con la esperanza de su salvación.

Cuando Dios nos dio su ley, lo hizo  no pensando que podíamos cumplirla, sino para mostrarnos la maldad de nuestro corazón, la imposibilidad de cumplir su ley y la necesidad de un salvador. Los reformadores han explicado que la ley de Dios tiene dos o tres funciones distintas; la primera, llevar al pecador a los pies de Cristo al entender la imposibilidad de cumplirla. Romanos 3:20 dice "por medio de la ley viene el conocimiento del pecado.” ¡Cuidado! No dice el "conocimiento de la salvación" sino el de cuán pecaminoso soy.  Ese conocimiento, aunado al conocimiento de la función de Cristo en la salvación, me lleva a depositar mi fe en Cristo como mi Redentor y Salvador.

La salvación por fe solamente
Para muchos, el párrafo de Romanos 3:20-26 es el corazón de esta epístola. La primera enseñanza (vs 20) de esta porción es que por medio de las obras de la ley es imposible ser justificado.  El mejor esfuerzo humano no llega a cumplir la ley a cabalidad; por nuestros propios medios jamás alcanzaremos un estado de santificación tal como para ser declarados justos. Lo único que la ley puede hacer por mí  es revelarme el carácter santo de Dios y al hacerlo puedo ver lo que Dios es y lo lejos que estoy de él por lo que yo soy y hago.

Por esa razón el verso 21 dice: " Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas;" y luego el 22 explica cómo ocurre: "es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen." La rectitud moral de Dios ahora se manifestó aparte de la ley; en otras palabras, como la ley no nos puede dar una justicia para nuestra salvación, el camino para tener una justicia salvífica es otro: tener la justicia de Dios, la única justicia salvífica de todo el universo, por medio de la fe en Jesucristo. De ahí la frase "Sola Fide" de los reformadores. 2 Corintios 5:21 lo dice así " Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él". Notemos el intercambio en lo que dice el texto: "le hizo pecado por nosotros" Dios puso en la cruz nuestros pecados en Cristo, al punto tal que él "fue hecho pecado". Esto habla de una identificación total. Su sustitución fue completa. Dios trató a su Hijo amado como pecador, descargando su ira sobre él. Ahora dice: "para que fuéramos hechos justicia de Dios en El". Esto es recibir el carácter santo de Dios por medio  de la fe en Jesucristo. Así recibimos la justicia de Dios; somos hechos justos por Dios--una identificación total. Ahora somos justos como Cristo, sin serlo, y sólo por la fe. Es por eso que Lutero decía "Simul Justus et peccator"  "soy justo y pecador al mismo tiempo."
  
Reflexión final
El carácter moral o santidad que me permite entrar al cielo es algo que me ha sido otorgado (imputado) por Cristo después que mis pecados han sido perdonados por Él. El evangelio son las buenas nuevas de salvación en Cristo Jesús quien nos reconcilió con el Padre, siendo nosotros aún pecadores.  Hemos sido justiciados por fe solamente, pero esa fe es también una obra de gracia de parte de Dios. Mientras mejor entiendo su gracia, más entiendo que todo cuanto he llegado a ser no es otra cosa que el fruto de esa gracia.


Tomando del libro "Enseñanzas que Transformaron el Mundo" autor Dr. Miguel Nuñez; por Carlos Astorga T.

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