Por eso lloraré amargamente por Jazer, por la viña de Sibma; te bañaré con mis lágrimas, oh Hesbón y Eleale… mis entrañas vibran por Moab como un arpa (Isaías 16:9-11)
Cuando
leemos las profecías de juicio contra las naciones, podemos pensar erróneamente
que el profeta Isaías estaba disfrutando el llevar tales mensajes de juicio; o
podemos pensar equivocadamente, que al profeta le era indiferente lo que le
sucediera a las demás naciones. Pero, leemos en estos versículos que el profeta
estaba profundamente conmovido al punto de llorar abundantemente por el juicio que
les vendría a las naciones. El juicio es justo, pero a Isaías no le causa
placer, ni le resulta indiferente; al contrario, está completamente
involucrado, al grado de que muestra compasión llorando por ellos.
El profeta
Isaías está mostrando así el corazón de Dios, quien no quiere la muerte del
impío, sino que se convierta.
Y
habiendo llorado, el profeta ahora proclama su profecía de una manera compasiva
y urgente. Después de llorar y orar, su proclamación no es apática sino
compasiva. Su proclamación no es superficial como si estuviera hablando del
juego de futbol del sábado, sino que proclama el mensaje con la seriedad que
conlleva.
Como
iglesia del Señor, se nos ha encomendado el ministerio de la reconciliación,
así que somos embajadores en nombre de Cristo, para proclamar el evangelio de
la salvación en Jesucristo.
Proclamemos
el evangelio con pasión.
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