Éxodo 15-17
El pueblo de Israel fue sacado de Egipto por Moisés, y le siguieron muy probablemente con muchas expectativas, pero a la vez con mucha incertidumbre.
Sí deseaban la libertad, fueron convencidos por las maravillosas señales
del Señor; pero a la vez había la duda de lo que les depararía el futuro, lo
que sería el camino, ¿qué se irían a encontrar en el camino? ¿habría algo que
comer? ¿tendrían agua suficiente para sus familias y animales? ¿enfrentarían
tribus guerreras?
Poco a poco se fueron dando cuenta de que algo era cierto en cada situación
que enfrentaban: Dios estaba con ellos. El Dios del pacto, el Padre
misericordioso estaba cercano.
Cuando las aguas eran amargas, “Jehová es tu sanador”, convertía las aguas en
dulces; Cuando necesitaban pan, vieron la gloria de Dios, que les daba pan del
cielo, delicado y dulce; Cuando necesitaban aguas; en la Peña de Horeb, les
proveía agua fresca; y cuando Amalec les salió en pie de guerra, “Jehová Nisi”,
luchaba contra sus enemigos.
La vida del cristiano es muchos sentidos es similar, hemos sido rescatados
por Dios, libertados del pecado; pero a la vez hay incertidumbre porque somos
seres finitos. Pero de algo debemos estar seguros, de la presencia de Dios.
El apóstol Pablo nos habla de algo de lo que podemos estar seguros:
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 8:38-39
Hay etapas en la vida en que nos resultará difícil ver el amor de Dios, en
que quisiéramos que las aguas amargas se conviertan en dulces, en que
quisiéramos provisión del cielo; y agua de la roca; y la victoria sobre los
enemigos. Las situaciones que enfrentemos pueden ser complejas. Pero en medio
de todo podemos tener certeza de algo: La compañía de Dios gracias a la obra de
Cristo en la cruz.
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