El libro de Crónicas fue escrito para los
israelitas que volvían de la cautividad, ellos eran llamados por Dios para
reconstruir la ciudad, el templo y sus murallas; pero las cosas no iban a ser
sencillas. El trabajo de reconstrucción sería duro y además, tendrían oposición
de otras personas. Vendrían sobre ellos hombres violentos queriéndolos disuadir
de la gran obra de restauración.
Al leer las crónicas, ellos deberían ver la manera en que
otras personas enfrentaron los tiempos de adversidad, esto es, en oración.
Mirando al cielo por ayuda, pues la obra de restauración no es una empresa
humana, sino que sería posible, no con espada ni con ejército sino con el Santo
Espíritu de Dios.
Así fue como el rey Asa, viéndose rodeado de un gran ejército, en su momento acudió a Dios en oración.
Y clamó Asa a Jehová su Dios, y dijo: ¡Oh Jehová, para ti no hay
diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos,
oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos
contra este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti
el hombre. Y Jehová deshizo a los etíopes delante de Asa y delante de
Judá; y huyeron los etíopes. (2 Crónicas 14:11-12)
Clamaron a Dios y Él les ayudó.
Esto lo podían ver también en la vida de Josafat, rey de Judá, cuando va a la
guerra asociado con el rey de Israel y Dios le libra estando ya rodeado de
soldados.
Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: Este es el
rey de Israel. Y lo rodearon para pelear; mas Josafat clamó, y Jehová lo ayudó,
y los apartó Dios de él. (2 Crónicas 18:31)
También el rey Ezequías, fue librado por Dios cuando era atacado por el ejército más grande de su época.
Mas el rey Ezequías y el profeta Isaías hijo de Amoz oraron por esto, y
clamaron al cielo. Y Jehová envió un ángel, el cual destruyó a todo
valiente y esforzado, y a los jefes y capitanes en el campamento del rey de
Asiria. Este se volvió, por tanto, avergonzado a su tierra; y entrando en el
templo de su dios, allí lo mataron a espada sus propios hijos. (2
Crónicas 32:20-21)
Hasta el perverso rey Manasés, fue escuchado por Dios cuando acudió a él humildemente en oración.
Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado
grandemente en la presencia del Dios de sus padres. Y habiendo orado a
él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su
reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios. (2 Crónicas
33:12-13)
Así que, los israelitas que regresan de la cautividad y que tienen enfrente la tarea de reconstrucción de Jerusalén, al leer las Crónicas, podrán darse cuenta de que la obra requiere de la ayuda de Dios. Y cuando les lleguen los problemas y surja la oposición de hombres violentos como Sanbalat y sus secuaces, ellos sabrán que es tiempo de voltear al cielo y suplicar la ayuda de Dios.
Así también nosotros, debemos saber que el ministerio de la iglesia del Señor, requiere constantemente que acudamos a Dios en oración, pues en nosotros no hay fuerza, pero Él es nuestro poderoso y misericordioso Dios que responde la oración.