Iglesia Bíblica Unidos en Cristo
“…para que el mundo crea.” Juan 17:20-23
Sobre la vida de santidad y la salud
José Luis García
En estos meses en que hemos
tenido esta pandemia del Covid19, he escuchado diferentes opiniones sobre las
medidas que deben ser tomadas o no, para evitar la propagación de esta
enfermedad. Entre los creyentes, las voces se han expresado en variadas y
opuestas direcciones creando algo de confusión.
La Ley de Dios, la santidad, la higiene y la salud
Mi intención hoy, es considerar
las implicaciones de la vida de santidad con el cuidado de la salud e incluso
con la higiene personal de los creyentes.
Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles:
Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.
Lv. 19:2
El creyente tiene un llamado a la
santidad por parte de Dios. Y este llamado a la vida de santidad le implica
toda dimensión en su vida. Ser santo en toda vuestra manera de vivir,
incluyendo lo relativo a la salud e higiene.
Al sacar Dios al pueblo de Israel
de la esclavitud en Egipto, él les va a dar una nueva formación, una nueva
cultura. Esto incluirá leyes civiles, leyes en cuanto a la guerra, todo lo
relativo a lo familiar, a lo laboral, y los asuntos de salud para el nuevo
pueblo. En la ley de Dios no hay distinción entre las diferentes leyes, todo
quebrantamiento constituye un pecado, es decir, una falta delante del Dios
santísimo. Así pues, podemos decir que las faltas a la higiene y la salud se
consideran también como pecados. Es por ello que deben seguir ciertas reglas,
por salud propia, por salud comunitaria y por encima de todo, por comunión
santa con Dios, quien ahora habita en medio del campamento.
Así pues, hay ciertas
enfermedades que pueden ser consideradas contagiosas y que como leemos en Levítico,
son diagnosticadas en esos casos, por sacerdotes. En esos casos se les aparta
del campamento y se les pone en aislamiento. Incluso, hay ocasiones en que
tienen que desecharse los objetos que estuvieron en contacto con el enfermo.
La ley de Dios está, así,
centrada en Dios mismo, en su carácter santo. Y al estar centrada en Dios, es una
ley buena para el ser humano, lo dignifica y lo protege. La salud pasa a ser
valorada, porque la vida humana es valorada a los ojos de Dios. La enfermedad
reduce la “humanidad”, y Dios protege a su pueblo incluso, excluyendo a algunos
de la comunión.
Podemos decir que, si alguien
está enfermo y no toma las medidas apropiadas, al propagar su enfermedad
estaría pecando contra Dios y contra el prójimo. Las leyes sobre la higiene y
la salud son diversas, pero el principio es el mismo, la santidad. Además, no
se presentan todos los casos en la Biblia, de otra manera sería una ley muy
extensa, pero se presenta el principio que opera detrás de ellas.
Así apartaréis de sus impurezas a los hijos de Israel, a fin de que no mueran por sus impurezas por haber contaminado mi tabernáculo que está entre ellos.
Lv. 15:31
Y estas leyes, se extendían
incluso para los extranjeros que vivieran entre ellos, todos debían adoptar las
mismas normas porque estaban en medio del pueblo, de otra manera, podía perecer
todo el campamento.
Y cualquier persona, así de los naturales como de los extranjeros, que comiere animal mortecino o despedazado por fiera, lavará sus vestidos y a sí misma se lavará con agua, y será inmunda hasta la noche; entonces será limpia. Y si no los lavare, ni lavare su cuerpo, llevará su iniquidad.
Lv. 17:15-16
La santidad, y en esto se incluye la higiene y las medidas de salud, eran indispensables para mantener la comunión con Dios en el campamento. Observemos que no solo los actos de injusticia, de inmoralidad o de idolatría contaminaban el campamento; esta siguiente cita es del libro de Deuteronomio, donde incluso les da indicaciones de que vayan “al baño” fuera del campamento y que lleven una estaca para enterrar su excremento.
porque Jehová tu Dios anda en medio de tu campamento, para librarte y para entregar a tus enemigos delante de ti; por tanto, tu campamento ha de ser santo, para que él no vea en ti cosa inmunda, y se vuelva de en pos de ti.
Dt. 23:14
La santidad y el Covid19
Ahora que atravesamos estos tiempos de pandemia, como principios generales hemos de considerar que la vida humana, no solo es importante y valiosa, es sagrada a los ojos de Dios. No importa si el porcentaje de mortalidad de este virus es bajo, como creyente, vivir en santidad implica cuidar la vida de los que me rodean en la ciudad donde vivo. Las medidas de salud e higiene que tome manifestarán que sigo la santidad como hijo obediente de un Dios Santo.
La vocación del creyente es la santidad. La razón de la vida de santidad es la naturaleza inmutable de Dios. Puede ser que llegue el tiempo en que una actividad sea considerada saludable, justa, respetable, pero si ofende la santidad de Dios, para el creyente sigue siendo una actividad pecaminosa.
Podemos diferir en cuanto al uso de tapabocas o el distanciamiento que hay que guardar; pero debemos ser responsables de no ser canal de transmisión de una enfermedad a los prójimos a quien Dios nos llama a amar.
La santidad y la reunión de iglesia local
Algunos han estado inquietos con las noticias y comunicados sobre si “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” y abrir los templos o lugares de reunión para que las iglesias locales adoren al Señor.
Algunos hacen énfasis en los derechos personales, otro en los límites de autoridad de cada esfera de lo establecido por Dios.
Hermanos, en algunas ocasiones, nos tocará adorar al Señor, cuidando al prójimo. En algunas ocasiones, no ser canal de contagio es una manera de adorar al Señor. En ocasiones, renunciar a la manera “tradicional” de hacer iglesia, es una manifestación de amor a la ciudad que modela el evangelio a otros.
Busquemos la dirección del Señor en oración y no dejemos de orar por nuestra ciudad, y nuestro país.
Que el Señor les bendiga.
Bastante cierto es que debemos recordar el amor a nuestro prójimo y que una forma de demostrarlo es respetar el no contagiarlo, respetando las medidas de seguridad para ellos y nosotros. También de esta manera demostramos amar a Dios y nuestra sujeción a Su palabra.
ResponderEliminarGracias José Luis García por compartir.
bendiciones
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