LA IGLESIA DEL SIGLO XXI Y SUS
ASPIRACIONES DE CAMBIO
(¿LA DENOMINADA IGLESIA
CONTEMOPORÁNEA ES IGLESIA?)
Por
Mauricio Toxqui P.
Donde no es honrada la palabra
de Dios, no hay iglesia.
Juan Calvino
INTRODUCCIÓN
Hoy, el mundo sin lugar a dudas está
sufriendo grandes y profundos cambios. No sería un absurdo afirmar que la
palabra clave hoy es cambio. El cambio se nos presenta en todos
los niveles, empezando en los más altos, es decir, lo referente a lo
filosófico-científico que es el nivel donde nacen las corrientes de pensamiento
que guían la labor filosófica, teológica y científica. Estas transformaciones
en las corrientes del pensamiento se están filtrando al pueblo a través de los
medios masivos de comunicación (cine, radio, TV., prensa, literatura),
saturando el pensamiento de la gente y provocando cambios. De esta manera vemos
comportamientos que antes no se nos ocurriría vislumbrar, surgen nuevas
organizaciones, instituciones y grupos sociales; por ejemplo, vemos a los que
proclaman la defensa de los homosexuales, a los grupos que abogan por la
liberación de la mujer, a los que discuten las cuestiones de género, a ciertos
grupos que defienden la conservación de la ecología pero desde un punto de
vista oriental, panteísta, etc.
El presente escrito tiene la finalidad
de aproximarnos a este ambiente contemporáneo marcado por el cambio, se reflexiona desde la raíz, es
decir, desde el ámbito del conocimiento y se muestra como este ambiente de
cambio ejerce influencia en la iglesia local, moviéndola o casi obligándola a
ser contemporánea o de otra manera morir.
Primero se considera como el cambio ejerce su influencia en los ministros
quienes están al cuidado de la iglesia, luego
se hace notar que este ambiente y su
influencia origina que surjan los gurús
del cambio, término utilizado para enfatizar la
confianza plena en ellos, se toma como ejemplo el caso de R. Warren (aunque
pude haber escogido otro) específicamente lo que ha escrito en su libro: Una iglesia con propósito, donde nos presenta un nuevo paradigma
para la iglesia del siglo XXI.
Luego, sobre la base teológica del
movimiento de la reforma se hace un contraste con el llamado paradigma de la iglesia con
propósito, se hace notar que este nuevo modelo
contemporáneo ha originado algunas
preguntas fundamentales para
la iglesia de hoy (no se pretende generalizar).
Finalmente se obtienen algunas reflexiones a
manera de conclusión.
CAMBIO. Todo este ambiente de cambio hace reflexionar a aquellos obispos y
diáconos, es decir líderes, pastores o presbíteros, quienes están al cuidado de
la iglesia; para algunos de ellos, la palabra cambio les
brota a la conciencia como un tumor molesto, hostil, puesto que el cambio
demanda ciertas destrezas o habilidades nuevas como pudieran ser las de
administrar, organizar, impactar, hacer muestreos, manejar e interpretar
estadísticas, hacer mercadeo o marketing, crear imagen o publicidad, estas
destrezas resultan importantes entonces para lograr el cambio (en la iglesia)
tan anhelado. Para otros contrariamente, las propuestas por evolucionar no son
molestas sino motivantes y alentadoras.
Van surgiendo entonces los profetas de
hoy, aquellos ministros u obispos y diáconos heroicos: los administradores, los
sicólogos organizacionales, los estadistas; y surge entonces una nueva visión:
la mercadotecnia eclesiástica y por lo tanto un nuevo medio de impacto a la
cultura: la música contemporánea, y un medio para medir la salud de una
iglesia: el diagnóstico organizacional. Así que, se exhorta el día de hoy a las
iglesias a que se muevan en esa dirección bajo el lema: “cambiar o morir”; y ¿qué obispo o diácono quiere que su
iglesia muera?, ¿qué obispo o diácono quiere que su iglesia sea contada entre
las iglesias enfermas, entre las que están en decadencia, de esas que se
rehúsan a abandonar sus tradiciones? La tradición eclesiástica viene siendo
ahora el enemigo a vencer, tradición viene siendo signo de legalismo y el
legalismo es muerte. Cambio viene siendo signo de contemporaneidad, y una
iglesia contemporánea entonces es una iglesia saludable, según se garantiza:
Los principios que se encuentran
en este libro han sido puestos a prueba una y otra vez, no solo en la iglesia
de Saddleback, sino en muchas otras iglesias con propósito, iglesias de todos
los tamaños, formas, ubicaciones y denominaciones (Warren, 1998: 22, 23).
De esta manera queda demostrado que el
crecimiento o el cambio es posible, medible, factible, práctico,
es decir, funciona; y por lo tanto (siguiendo la
deducción de esta línea de pensamiento), es verdad,
siempre y cuando seamos contemporáneos y abiertos.
LOS GURÚS DEL CAMBIO
En este mar de cambios, inevitablemente
surgen profetas, tlatoanis, gurús quienes serían los indicados para guiarnos a
través del sendero que deberíamos seguir si es que queremos que la iglesia
crezca y no muera, si es que los obispos quieren que la iglesia sea saludable y
no enferme como lo afirman algunos ministros:
Rick Warren es la persona a la
cual todos debiéramos escuchar y de quien debiéramos aprender. (Robert H. Schuller)
Rick Warren sabe cómo el Señor
edifica a la iglesia. (George
Brushaber)
Rick Warren es el arquitecto de
la iglesia del siglo veintiuno. (Bruce
Larson)
Puede salvar (el paradigma
propuesto) a su iglesia de la decadencia, de la división y de la muerte. (Charles Chaney). [Warren, 1998]
Entonces parece que se tiene ya el
cuadro completo: una nueva visión y unos nuevos obispos y diáconos o líderes
más contemporáneos, acordes a los nuevos tiempos, tenemos ya un nuevo paradigma,
el paradigma de la iglesia con
propósito, según R. Warren. La palabra paradigma viene
del griego: paradeigma, que significa modelo. Un paradigma es
como un lente que uno se pone para poder ver más claramente la verdad, para
filtrar la realidad y concebirla desde el punto de vista del modelo adoptado,
entonces este concepto caería dentro del ámbito de la epistemología, es decir,
de las fuentes y procedimientos del conocimiento.
Al tratar de vislumbrar este nuevo
paradigma como tal y llamarlo así, resulta en una declaración contundente,
definitiva, porque cabría preguntar hasta qué punto este paradigma nuevo es uno
que sale o emana como fruto de la exégesis
bíblica.
EL MOVIMIENTO DE REFORMA (1517)
El movimiento de reforma vino a
derrumbar el humanismo de la iglesia católico-romana, juntamente con toda la
corrupción y putrefacción, consecuencia de tal humanismo. El hedor del antropocentrismo
(ministerio centrado en el hombre) católico-romano fue contrarrestado por el perfume
delicioso de la doctrina (fruto de la exégesis bíblica) enseñada por J. Calvino
y M. Lutero, sólo por citar a algunos reformadores. El teocentrismo de los
reformadores (ministerio centrado en Dios) era y es base suficiente para
realizar el ministerio, así como para rendir culto a Dios, teocentrismo también
visto como un marco que le diera significado a ese acto de congregar a aquellos
que se identifican con la misma fe (entendida la fe como
ese cuerpo de doctrina que emana de la exégesis
bíblica). La teología de la reforma, vista como
modelo nuevo en ese tiempo, fue y es un paradigma (para utilizar el término de
R. Warren) enraizado en el pensamiento de Dios y en la misma persona de Dios
(el Espíritu Santo), es decir, en los absolutos bíblicos.
EL PARADIGMA DE LA IGLESIA CON
PROPÓSITO
Contrastando con lo que hemos dicho
anteriormente, cuando se nos presenta un nuevo paradigma (el de la iglesia con propósito) y se dice que este paradigma sí funciona, y esta funcionalidad positiva sería la
evidencia de su veracidad, de su legitimidad, entonces sería pertinente a mi parecer,
preguntarnos si estamos frente a una especie de pragmatismo doctrina filosófica
cuyos exponentes principales son W. James (1842-1910) y J. Dewey (1859-1952) refiriéndonos a esa doctrina filosófica
o epistemología que considera al hombre, no como un ser pensante, sino como un
ser práctico, como un ser de voluntad y de acción, a quien el intelecto le es
dado, no para investigar y conocer la verdad pura, sino para orientarse en la
realidad y actuar en la vida. El pragmatismo afirma que la verdad está en la
congruencia del pensamiento con los fines prácticos del hombre; lo valido, lo
verdadero es lo que resulte útil y provechoso para la conducta humana.
Quiero comentar que desde el día que se
me presentó este libro (el cual contiene las bases de este nuevo paradigma),
como el libro que debería ser obligatorio para
realizar el ministerio en un mundo contemporáneo, me surgieron dos preguntas
principales y estas se convirtieron en una inquietud: ¿Acaso no sabemos cuál es
el propósito de la iglesia? ¿Acaso no sabemos cómo será
cumplido este propósito de manera cabal? Si la respuesta fuera negativa, esto
es, que no sabemos, o que no tenemos muy claro cuál es ese propósito, y mucho
menos, cómo se alcanzará dicho propósito, y si esta respuesta negativa fuera
dada por algunos obispos o diáconos, es decir, líderes de iglesias, entonces la
pregunta siguiente sería ¿Podemos ser obispos o diáconos si no sabemos el
propósito de la iglesia a grado tal, que necesitamos unos gurús que nos lo digan?
Y otra pregunta: Entonces ¿qué nombre recibe aquello que esos obispos o
diáconos hacen dentro de la iglesia, si no saben? Ante esta confusión
contemporánea, la de ubicar cuál es el propósito y el cómo será cumplido dicho
propósito surgen como un manantial refrescante las palabras del Dr. Chafer,
(1974: Tomo 1, 1173-1174) cuando dice:
Nada hay en este Universo que
pueda ser tan fundamental o decisivo como el propósito de Dios. Compárese el
pasaje que acabamos de citar[ i.e. Rom. 8: 28-29] con efesios 1: 4-12. En este
último se hallan afirmaciones tan contundentes como las siguientes: “nos
escogió en él” (v. 4); “habiéndonos predestinado” (v. 5); “según el puro afecto
de su voluntad” (v. 5); “el misterio de su
voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo” (v. 9); “habiendo sido predestinados
conforme al propósito del que hace todas las cosas
según el designio de
su voluntad” (v. 11); se declara que el objetivo divino es “para que fuésemos santos y
sin mancha delante de él” (v. 4); “para
alabanza de la gloria de su gracia” (v. 6); “de reunir todas las
cosas en Cristo, en la dispensación
del cumplimiento de los tiempos” (v. 10); y “a fin de que seamos para alabanza
de su gloria” (v. 12). (Las negritas son mías.)
A
la luz de estas contundentes verdades, de estos absolutos bíblicos, el Dr.
Warren podría haber resuelto su miedo al fracaso cuando inició el trabajo en
Saddleback:
Me abrumaba el temor al fracaso
¿qué pasaría si no sucedía? [refiriéndose a la
funcionalidad de su paradigma: la iglesia con propósito] ¿Esta visión realmente provenía
de Dios, o simplemente era el alocado sueño de un joven idealista de 26 años? (Warren, 1998: 48, 49)
A mi parecer, ante este temor
humanista, antropocéntrico, las palabras del Dr. Chafer (1998: Tomo 1,
1175-1176) parecen pertinentes para aquellos ministros temerosos:
No sirve el objetar, como hacen
los arminianos, que Dios ha dejado los resultados todos de Su plan soberano, en
cuanto afecta al grupo de los elegidos, en las propias manos de éstos, sino que
no necesita apelar, en caso de fracaso, a la excusa de una coartada, por la
sencilla razón de que no habrá tal fracaso. No cabe mayor ofensa a Dios, por
parte de personas piadosas, que pretender que la realización del plan soberano
de Dios haya de estar condicionada por las causas segundas. Un Dios al que se
degrada y deshonra de esta manera, se torna, para la mente humana, alguien a quien
de ninguna manera se puede llamar Dios.... Después de todo, las opiniones
humanas, saturadas de autosuficiencia y afectadas por el deseo satánico de
independizarse de Dios, carecen de auténtico valor. Y el tema entero de la
predestinación escapa a las humanas perspectivas.... El Espíritu Santo que es
el Autor divino afirma precisamente que lo que Dios planea, lo lleva a cabo hasta
su consumación gloriosa.
Las aseveraciones del Dr. Chafer son
muy fuertes a mi parecer, pero no solamente eso, la teología que emana de la
reforma protestante, específicamente la teología de Calvino, es contundente en sus
afirmaciones teocéntricas, y si esta teología emana de la exégesis bíblica,
entonces podemos decir que tenemos el cimiento de lo que llamamos ministerio
porque tendríamos la certeza de estar fundamentados en los apóstoles y
profetas, y si este cuerpo doctrinal al que llamamos la fe, que
una vez fue dada a los santos (Judas 3), nos ha sido enseñada por los
reformadores, yo me pregunto: ¿Es la doctrina de los reformadores a la que R.
Warren (1998: 61, 217) hace referencia como teoría? Cuando dice:
Cualquiera que seriamente desea
ser práctico en el ministerio [¿pragmatismo?] y no simplemente andar con
teorías [¿teología?] debe estar dispuesto a vivir con
la tensión de lo que Bruce y Marshall Shelley llama “nuestro llamado ambidiestro”....
Cuando pregunto a los nuevos convertidos que bautizo qué los atrajo a la
familia de nuestra iglesia, nunca he oído a alguno que me diga: “fue la
Teología de la Reforma en la cual ustedes creen”.
¿Qué decir cuando se presenta a la
teología de los reformadores como un simple folleto pasado de moda, al cual,
por supuesto, hay que hacer contemporáneo o reemplazar? ¿Qué decir cuando el
estudio bíblico (hermenéutica bíblica) tal y como nos fue legado por los
reformadores se desvanece en esa densa bruma que es el pragmatismo eclesiástico
contemporáneo? El hombre actúa de la manera en la cual piensa, así, este nuevo
modelo desde la perspectiva arminiana, queda muy bien, pero si lo vemos desde
la perspectiva de la teología de los reformadores queda muy lejos de lo que la
Escritura enseña acerca de la iglesia.
Porque cuando el Dr. Chafer menciona a
los arminianos, debemos entender que son los que enseñan que un sujeto puede
resistirse al llamado de Dios para la regeneración, y son también quienes defienden
la posición que vislumbra los propósitos divinos como una colaboración entre Dios
y el hombre (sinergismo) para que estos puedan cumplirse
cabalmente, en lo referente a la vida cristiana como tal y el ministerio. Por
esto, me parece que este esfuerzo humano contemporáneo etiquetado como
igle-crecimiento es uno que no está honrando a la Palabra de Dios, pues depende
del esfuerzo humano.
PREGUNTAS FUNDAMENTALES EN MEDIO
DE ESTE AMBIENTE CONTEMPORÁNEO DE CAMBIO
Hay preguntas que son fundamentales, y
unas de esas preguntas hoy, me parece que son: ¿Cuál es el propósito de la
iglesia local? ¿Cuál es la razón de ser y de existir de la iglesia local? ¿Cuál
es el núcleo de identidad de la iglesia? Las voces son múltiples y tan fuertes
que ya no se oye nada.
Pareciera que hoy, cuando las
propuestas de cambio se nos presentan como un monumento al antropocentrismo
ulterior, la voz de los reformadores surge como un oasis en medio del desierto y
este es el énfasis que se propone en este breve escrito: “A las fuentes”, es decir, al estudio de las
Escrituras en los idiomas originales. El ministro y la iglesia tienen que dedicarse a la exégesis bíblica
como la prioridad fundamental para su servicio a los santos (la iglesia). Si no
están haciendo esto, a mi parecer, están perdiendo el tiempo miserablemente. La
declaración de los autores bíblicos se nos ofrece hoy como un ungüento que
alivia ese tumor maligno, cuando se afirma:
He. 4:12
La palabra de Dios es 1.viva y por lo tanto 2.eficaz... ¿Qué más necesita el ministro y la iglesia
para realizar el ministerio? Sola
Escritura proclamaron los reformadores.
2 Ti. 3:16-17
Toda Escritura es 1.inspirada por Dios y por lo tanto 2.útil para enseñar, para reprender, para
corregir, para instruir en justicia,
(pues el objetivo de la Escritura queda
claro cuando dice) a
fin de que el hombre de Dios sea 1.perfecto, 2.equipado para toda buena obra.
¿Qué más necesita el hombre de Dios
para aspirar a la madurez más que el soplo divino?, ¿qué necesidad hay de
malabares pragmáticos?, ¿qué necesidad hay de estrategias novedosas o contemporáneas?,
¿qué necesidad hay del ingenio humano más que del aliento divino? Pero cuando
el soplo de Dios que es la Palabra, ha sido reemplazado por el esfuerzo humano,
entonces estamos en condiciones de esperar putrefacción eclesiástica, quiero
decir, estamos en condiciones para vislumbrar no muy lejos la preparación para
la apostasía, y la entrada triunfal del Anticristo.
Asimismo en Ef. 4:11-12
Y él dio a algunos el ser
apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros (¿para qué dio a estos hombres a la
iglesia?) a fin de capacitar a los santos para la obra del
ministerio (¿en
qué consiste la obra del ministerio?) para la edificación del cuerpo de
Cristo. Si Dios es quien ha dado lo necesario
para edificar el cuerpo que es la iglesia, ¿cómo nos atreveríamos a añadir algo
más? Ni la música, ni el edificio, ni los talentos; en definitiva, el hombre no
puede hacer crecer la iglesia por muy contemporáneos que seamos. Es responsabilidad
del hombre (el ministro) permitir que sea Dios quien gobierne a su pueblo (los elegidos,
la iglesia) por medio solamente de su Palabra. ¡Qué Dios nos libre de querer adjudicarnos
lo que sólo le pertenece a él!
UNA NOTA FINAL DE REFLEXIÓN
Cuando se pretende sutilmente sustituir
la Sola Escritura por el esfuerzo humano (iglecrecimiento) cualquiera que haga
una nota de advertencia creo que prestará un servicio a los santos.
No existe el así llamado ministerio exitoso. El pragmatismo queda descartado, pues
es Cristo quien hace crecer al cuerpo, y entonces no depende de que un método o
un paradigma resulte práctico o útil, puesto que hemos visto que sólo la
Escritura es útil, y en ese sentido los obispos y diáconos harían bien en
seguir los lineamientos del apóstol cuando exhorta en 1 Ti. 4:13-16:
ocúpate en la lectura de las
Escrituras [fascinante la nota adjunta que dice: dedícate a
leer], la exhortación y la enseñanza.... Ten cuidado (primero) de ti mismo (y entonces) de la enseñanza; persevera en estas cosas, porque haciéndolo
asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan.
Una iglesia que enfatiza el uso de
sillas cómodas para agradar a los oyentes, que busca la música sabrosa (o
contemporánea) diseñada para elevar la calidad del culto pues la calidad está
enfocada al congregante, una iglesia que promueve un culto de calidad está buscando ofrecer a sus clientes la
mejor iglesia, es decir, la mejor opción. El hedor de un culto antropocéntrico
(culto centrado en el hombre) es contrarrestado por el perfume delicioso de la
doctrina que nos aproxima a la contemplación de la magnífica gloria del Dios
Trino. Juan Calvino (1967: 814) dice:
Vamos diciendo que el puro
ministerio de la Palabra y la limpia administración de los sacramentos son prenda y arras de que hay Iglesia allí donde vemos tales cosas.
Por
lo tanto, haríamos bien en preguntarnos si lo que llamamos iglesia
contemporánea el día de hoy, es iglesia.
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Bibliografía
Calvino,
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Chafer,
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Lockman foundation, Biblia
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1986, E.U.A